TAJARASTE - LA OROTAVA
TAJARASTE RECOGIDO POR COROS Y DANZAS DE LA OROTAVA (TENERIFE)
Análisis musical
Esta variante es probablemente la más extendida entre las agrupaciones folklóricas orientadas al medio escénico. El material musical lo aporta Don Leoncio Estévez, natural del barrio de La Florida, a Coros y Danzas de La Orotava en 1933. Según este informante esta variante era comúnmente conocida en su infancia, aunque se interpretaría de manera independiente al Tanganillo, al Santo Domingo o al Tango de La Florida; compendios en los que es habitual escucharlo. La pieza está en 4+2/4. Transcurre en un tempo ligero, en torno a los 180 bpm. Dado que se suele tocar con acompañamiento armónico preferimos darle una explicación tonal, aunque se sobreentiende que es una derivación relativamente reciente. La tonalidad más común es Re mayor, los grados observables son el I y el V. Consta de tres melodías cada una de las cuales se expone dos veces seguidas. Entre la primera y la segunda solo cambia la cabeza de la frase, mientras que la tercera va a consistir en un rítmico ostinato entre la tónica y la sensible, ambas en octava aguda. En ocasiones a la instrumentación se añade una línea vocal con diferentes textos, siendo el más célebre: “Vírese pa’ acá Cha María, / vírese pa’ acá Cho José, / que el cachito pan que tenía / se lo comió el perenquén.” Una inusual estrofa formada por cuatro versos, dos eneasílabos, uno octosílabo y otro heptasílabo. En las agrupaciones folklóricas actuales se suele tocar con instrumentos de acompañamiento armónico, laúdes, violín, acordeón, castañetas, pandereta, huesera y tambores; y de manera más eventual sonajos, esquilas y flautas.
Historia
La palabra tajaraste parece tener múltiples acepciones. La fuente más antigua en la que aparece es de 1503, en la publicación “El tajaraste en las celebraciones festivas de Ycod”, de Estanislao González y González. En dicho escrito queda patente la primera acepción de la palabra, es decir, la de danza y tonada. Posteriormente fuentes del siglo XVIII, XIX y XX corroborarán su uso en este sentido de manera ininterrumpida hasta la actualidad. Mucho más compleja de abordar es la segunda posible acepción de esta palabra. Álvarez Rixo (1865, página 2538) escribió “…taxaraste o tajaraste, pandero rústico utilizado por pastores y campesinos”. Por su parte, ya en el siglo XX, Juan de Bethencourt Alfonso (1911, página 357) escribiría en alusión a población de ascendencia supuestamente aborigen: “Otro de sus instrumentos era el tajaraste o pandero, cuyo aro de penca seca de cardón hacían flexible poniéndolas de remojo en agua caliente. Para darles mayor altura que el ancho ordinario que ofrecen las pencas, los armaban con dos o tres de estos aros imbricándolos. Cubrían uno de los lados del vano con el parche, de piel de oveja o cabra, tendiendo por el otro una o más correas bien tensas, en las que engarzaban rodajas de conchas de mar o lapas a guisa de sonajas”. En base a esta fuente se ha escrito muchas veces sobre el posible pasado prehispánico de esta enigmática palabra, pero por lo reciente y azaroso de la misma se nos antoja poco recomendable hacer afirmaciones. Por otro lado, parece existir una gran coincidencia con la palabra bereber “taxarast” que se emplea en el norte de África para designar abalorios femeninos que cuelgan y tintinean, quizás un paralelismo más a tener en cuenta. En lo concerniente al género tinerfeño no es desorbitado conjeturar sobre su posible relación con la población indígena, pues las fuentes se hunden en los tiempos de la conquista castellana de la isla, en los que se fraguaba la sociedad mestiza y criolla posterior. A nuestro juicio el tajaraste de hace cinco siglos tendría elementos en común con el actual en la medida en que pertenece a la expresión ritualista (condición que hoy conserva), pero de ahí a afirmar que una escala mayor tañida o acompañada por instrumentos europeos es un género prehispánico hay mucha distancia y, sobre todo, mucho trabajo científico por hacer. Al margen de su aún incierto origen, el tajaraste es probablemente uno de los géneros más antiguos del archipiélago ya que en Tenerife se practica al menos desde el siglo XVI. Además, la palabra tajaraste permea al resto de islas de la provincia occidental, si bien no siempre existen semejanzas musicales, coyunturales o dancísticas entre las piezas, de ahí que hayamos decidido encauzarlas en epígrafes separados. Véase el apunte antropológico para cotejar las diferentes funciones que adquiere este género y los contextos en los que se interpreta.
Apunte antropológico
El tajaraste de Tenerife está esencialmente vinculado a la práctica ritual paralitúrgica, es decir, a vertebrar las diferentes danzas que surcan los pueblos en honor a un santo, patrono o patrona. En función de su morfología encontramos diferentes tipos de danzas. Según las fuentes las danzas de cintas verían su origen en El Escobonal, y de ahí permearían a Güímar y al norte de la isla. En este caso la música recae en las manos del tamborilero, “tamboridero o tamburulero”, un intérprete que tañe simultáneamente la pita o el pito (una flauta de tres agujeros habitualmente afinada en Sol jónico) y el tamboril o atabal. Los danzarines tocan las castañetas al tiempo que enredan y desenredan cintas de colores de un palo o lanza situada en el centro de la rueda. Como dato curioso, este formato musical y coreográfico lo encontramos en varios puntos del continente europeo y de las Islas Británicas. También observamos las danzas de varas o arcos como la de Granadilla, la de Charco del Pino o la de Las Vegas de Chimiche. En este caso la tonada musical rara vez recibirá el nombre de tajaraste, y se interpretará con cuerdas. En Taganana encontramos el tajaraste de la iglesia, que se tocará junto al repique del campanero. En Las Mercedes, San Diego, San Benito, Tegueste y Guamasa el tajaraste se toca con caja de reglamento, un membranófono de metal introducido quizás por los militares desde el siglo XVIII. A estas danzas, junto a la de Roque Negro, a veces se las llama danzas marineras, probablemente en alusión a la vestimenta de los danzarines. También encontramos en El Amparo (Icod de Los Vinos) una manera lineal de bailar el tajaraste, una vez más para orlar a una patrona. Allí antiguamente existían tamborileros que paulatinamente fueron sustituidos por un ensamble formado por un acordeón diatónico, flautas, tambores y otros instrumentos de percusión. Ya en el macizo de Teno encontramos el Tanganillo o Tajaraste de Teno Alto, que además de comulgar con la expresión ritual lo hará con manifestaciones de corte más festivo y profano como el baile de Piñata de Teno Alto o las Piñata Chica. Por último, citaremos el carácter himnódico que adquiere el tajaraste entre los grupos folklóricos orientados al medio escénico, especialmente en la segunda mitad del siglo XX. Aupado por los tipismos culturales y, más tardíamente por el nacionalismo político, el tajaraste se ha convertido en un símbolo que va más allá de lo musical.