TANGO GUANCHERO
TANGO GUANCHERO
Análisis musical
La palabra tango parece provenir de África Occidental, y suele achacarse a un lugar de encuentro o baile. Otros defienden que ve su origen en la palabra “tangere” del latín “tocar”. En cualquier caso, se trata de una variante del tajaraste registrada por el grupo Los Majuelos en las zonas altas del Valle de La Orotava. Estos lo llevaron al escenario, y en ese medio ganó popularidad hasta convertirse en uno de los géneros más frecuentados por las agrupaciones folklóricas tinerfeñas. Ciertamente la melodía recuerda a otros cantos como el Tango Jerreño y el Tajaraste del Baile Sentado de El Amparo. Aunque alguna vez se han hecho versiones con cuerdas estas siempre han tenido lugar desde un paradigma artístico y creativo. En el momento de su registro el tango se cantaba sobre tambor y castañetas. Los Majuelos añadiría una flauta de caña y una textura polifónica al coro, siendo estos manierismos los más replicados. Está en un compás de 4+2/4. Transcurre en un tempo que ronda los 150 bpm. El modo es jónico con una nota tónica que suele estar contenida entre La y Do. A nivel formal la pieza consta de un ciclo de tres estrofas que se repite entre seis y ocho veces. La primera la protagoniza la flauta, la segunda el/la solista y la tercera el coro. Las estrofas constan de dos versos endecasílabos con rima asonante. Suscita especial interés la aparición de las onomatopeyas “ay nai tiri nira”, “alan tiri naira” o ”ay nay tiri niri”; expresiones recogidas también en La Palma y El Hierro. Por último, y por evitar confusiones, tenemos que advertir de que algunos intérpretes llaman a esta tonada “Tango Jerreño”, que también es el nombre que recibe otra pieza recogida en El Palmar (Buenavista del Norte) la cual analizaremos en un epígrafe aparte.
Historia
La palabra tajaraste parece tener múltiples acepciones. La fuente más antigua en la que aparece es de 1503, en la publicación “El tajaraste en las celebraciones festivas de Ycod”, de Estanislao González y González. En dicho escrito queda patente la primera acepción de la palabra, es decir, la de danza y tonada. Posteriormente fuentes del siglo XVIII, XIX y XX corroborarán su uso en este sentido de manera ininterrumpida hasta la actualidad. Mucho más compleja de abordar es la segunda posible acepción de esta palabra. Álvarez Rixo (1865, página 2538) escribió “…taxaraste o tajaraste, pandero rústico utilizado por pastores y campesinos”. Por su parte, ya en el siglo XX, Juan de Bethencourt Alfonso (1911, página 357) escribiría en alusión a población de ascendencia supuestamente aborigen: “Otro de sus instrumentos era el tajaraste o pandero, cuyo aro de penca seca de cardón hacían flexible poniéndolas de remojo en agua caliente. Para darles mayor altura que el ancho ordinario que ofrecen las pencas, los armaban con dos o tres de estos aros imbricándolos. Cubrían uno de los lados del vano con el parche, de piel de oveja o cabra, tendiendo por el otro una o más correas bien tensas, en las que engarzaban rodajas de conchas de mar o lapas a guisa de sonajas”. En base a esta fuente se ha escrito muchas veces sobre el posible pasado prehispánico de esta enigmática palabra, pero por lo reciente y azaroso de la misma se nos antoja poco recomendable hacer afirmaciones. Por otro lado, parece existir una gran coincidencia con la palabra bereber “taxarast” que se emplea en el norte de África para designar abalorios femeninos que cuelgan y tintinean, quizás un paralelismo más a tener en cuenta. En lo concerniente al género tinerfeño no es desorbitado conjeturar sobre su posible relación con la población indígena, pues las fuentes se hunden en los tiempos de la conquista castellana de la isla, en los que se fraguaba la sociedad mestiza y criolla posterior. A nuestro juicio el tajaraste de hace cinco siglos tendría elementos en común con el actual en la medida en que pertenece a la expresión ritualista (condición que hoy conserva), pero de ahí a afirmar que una escala mayor tañida o acompañada por instrumentos europeos es un género prehispánico hay mucha distancia y, sobre todo, mucho trabajo científico por hacer. Al margen de su aún incierto origen, el tajaraste es probablemente uno de los géneros más antiguos del archipiélago ya que en Tenerife se practica al menos desde el siglo XVI. Además, la palabra tajaraste permea al resto de islas de la provincia occidental, si bien no siempre existen semejanzas musicales, coyunturales o dancísticas entre las piezas, de ahí que hayamos decidido encauzarlas en epígrafes separados. Véase el apunte antropológico para cotejar las diferentes funciones que adquiere este género y los contextos en los que se interpreta.
Apunte antropológico
El tajaraste de Tenerife está esencialmente vinculado a la práctica ritual paralitúrgica, es decir, a vertebrar las diferentes danzas que surcan los pueblos en honor a un santo, patrono o patrona. En función de su morfología encontramos diferentes tipos de danzas. Según las fuentes las danzas de cintas verían su origen en El Escobonal, y de ahí permearían a Güímar y al norte de la isla. En este caso la música recae en las manos del tamborilero, “tamboridero o tamburulero”, un intérprete que tañe simultáneamente la pita o el pito (una flauta de tres agujeros habitualmente afinada en Sol jónico) y el tamboril o atabal. Los danzarines tocan las castañetas al tiempo que enredan y desenredan cintas de colores de un palo o lanza situada en el centro de la rueda. Como dato curioso, este formato musical y coreográfico lo encontramos en varios puntos del continente europeo y de las Islas Británicas. También observamos las danzas de varas o arcos como la de Granadilla, la de Charco del Pino o la de Las Vegas de Chimiche. En este caso la tonada musical rara vez recibirá el nombre de tajaraste, y se interpretará con cuerdas. En Taganana encontramos el tajaraste de la iglesia, que se tocará junto al repique del campanero. En Las Mercedes, San Diego, San Benito, Tegueste y Guamasa el tajaraste se toca con caja de reglamento, un membranófono de metal introducido quizás por los militares desde el siglo XVIII. A estas danzas, junto a la de Roque Negro, a veces se las llama danzas marineras, probablemente en alusión a la vestimenta de los danzarines. También encontramos en El Amparo (Icod de Los Vinos) una manera lineal de bailar el tajaraste, una vez más para orlar a una patrona. Allí antiguamente existían tamborileros que paulatinamente fueron sustituidos por un ensamble formado por un acordeón diatónico, flautas, tambores y otros instrumentos de percusión. Ya en el macizo de Teno encontramos el Tanganillo o Tajaraste de Teno Alto, que además de comulgar con la expresión ritual lo hará con manifestaciones de corte más festivo y profano como el baile de Piñata de Teno Alto o la Piñata Chica. Por último, citaremos el carácter himnódico que adquiere el tajaraste entre los grupos folklóricos orientados al medio escénico, especialmente en la segunda mitad del siglo XX. Aupado por los tipismos culturales y, más tardíamente por el nacionalismo político, el tajaraste se ha convertido en un símbolo que va más allá de lo musical.